La historia del ciclo de los Nenúfares

El ciclo de los Nymphéas [Nenúfares] ocupó a Claude Monet durante tres décadas, desde finales de la década de 1890 hasta su muerte en 1926, a la edad de 86 años.

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El gran proyecto de Monet

El ciclo de los Nymphéas [Nenúfares] ocupó a Claude Monet durante tres décadas, desde finales de la década de 1890hasta su muerte en 1926, a la edad de 86 años.

Este ciclo está inspirado en el jardín acuático que creó en su casa de Giverny, en Normandía. El resultado fueron los últimos grandes paneles donados por Monet al Estado en 1922, que pueden apreciarse en el Museo de la Orangerie desde 1927. La palabra Nenúfar proviene del griego numphé, ninfa, y toma su nombre de la mitología antigua, que atribuye el nacimiento de la flor a una ninfa que murió de amor por Hércules.  El famoso estanque de nenúfares inspiró a Monet para crear una obra titánica, compuesta de unas 300 pinturas, incluyendo más de cuarenta paneles de gran formato. También fueron tejidos tres tapices inspirados en los cuadros de los Nymphéas [Nenúfares], afirmando también la finalidad decorativa de estos conjuntos.

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Anonyme
L'étang des Nymphéas à Giverny, en 1921
Musée d'Orsay
Acquisition, 2006
© Musée d’Orsay, Dist. RMN-Grand Palais / Patrice Schmidt
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Dos tipos de composiciones son definidas por el artista desde el inicio del ciclo. Uno abarca las orillas del estanque y su densa vegetación: es el conjunto de los Bassins aux Nymphéas [Estanques de Nenúfares] de 1899-1900, y de los Ponts japonais [Puentes Japoneses] de los últimos años. El otro, por el contrario, juega con el vacío y se concentra únicamente en el agua, puntuada por flores y reflejos: es el conjunto de los Paysages d'eau [Paisajes de agua] (1903-1908), primeros planos de encuadres cerrados, organizados por series, en los cuales cada cuadro se presenta como un fragmento. Este conjunto fue creado, principalmente, con una finalidad decorativa mural. Si bien, la idea de un conjunto decorativo surgió en 1897, el pintor dedicó todas sus energías a la realización de su "gran decoración" a partir del año 1914. Esta decoración adquirió su forma final en el diseño de la Orangerie: un friso panorámico que se despliega casi sin interrupciones, y que envuelve al espectador en dos salas en forma de elipse.

Claude Monet devant sa maison à Giverny, Anonyme
Anonyme
Claude Monet devant sa maison à Giverny, en 1921
Musée d'Orsay
© Musée d’Orsay, Dist. RMN-Grand Palais / Alexis Brandt
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Monet y Clemenceau, el regalo al Estado

Fue en 1914, a la edad de 74 años, cuando acababa de perder a su hijo y se encontraba profundamente deprimido, cuando Monet sintió un renovado deseo de "emprender grandes cosas" a partir de "antiguos intentos".

En 1909 le confiaba a Gustave Geffroy que deseaba representar el tema de los nenúfares "a lo largo de las paredes". En junio de 1914, escribe que ha "comenzado una gran obra". Esta empresa lo absorbe durante varios años, colmados de obstáculos y dudas, durante los cuales la amistad y el apoyo de un hombre resultan decisivos. Se trata del político Georges Clemenceau. Se conocieron en 1860, se perdieron de vista y se reencontraron en 1908, cuando este adquiere una propiedad cerca de Giverny, en Bernouville. Monet comparte las ideas republicanas del político, y el interés de Clemenceau por las artes es también conocido. Durante la guerra, Monet continuó su obra, trabajando alternativamente al aire libre cuando el clima lo permitía, y en el gran taller que había construido en 1916, aprovechando su luz cenital. El 12 de noviembre de 1918, al día siguiente del armisticio, Monet escribió a Georges Clemenceau: "Estoy a punto de terminar dos paneles decorativos que quiero firmar el día de la Victoria, y deseo ofrecerlos al Estado mediante su intervención". La intención del pintor es ofrecer a la Nación un verdadero monumento a la paz. Se cree que en esta fecha, cuando el destino del conjunto decorativo aún no estaba definido, Clemenceau logró persuadir a Monet para que donase todo el conjunto decorativo, en vez de solo dos paneles.

© DR

Fue en 1920 cuando la donación fue oficializada, concretándose en un acuerdo que tuvo lugar en septiembre entre Monet y Paul Léon, director de Bellas Artes, para la donación al Estado de doce paneles decorativos, a condición de que este último los instalase siguiendo las instrucciones del pintor en un edificio específico. Sin embargo, Monet, plagado de dudas, corrige constantemente sus paneles, destruyendo incluso algunos de ellos. El acto de donación de 19 paneles tiene lugar el 12 de abril de 1922, pero Monet, insatisfecho, desea tener más tiempo para perfeccionar su obra. Aunque Clemenceau le escribió el mismo año "sabe muy bien que ha llegado al límite de lo que puede hacerse con el pincel y el cerebro", Monet los conservará hasta su muerte, en 1926. Su amigo Clemenceau hará todo lo posible para que las salas de los Nymphéas [Nenúfares]se inauguren siguiendo estrictamente los deseos de Monet.

Ocho composiciones. Una sola instalación

El Museo de la Orangerie alberga ocho composiciones de los grandes Nymphéas [Nenúfares] de Monet, realizadas a partir de diferentes paneles ensamblados entre sí. Estas composiciones tienen todas la misma altura (1,97 m) pero tienen diferentes anchos, para poder distribuirse  adecuadamente en las paredes curvas de dos salas ovoides. El artista no dejó nada al azar en este conjunto, sobre el cual meditó durante mucho tiempo, y cuya instalación se realizó siguiendo su voluntad, en colaboración con el arquitecto Camille Lefèvre y con la ayuda de Clemenceau. Prevé las formas, volúmenes, disposición, escansiones y espacios entre los diferentes paneles, el paso libre de los visitantes a través de varias aberturas entre las salas, la luz cenital que inunda el espacio en los días soleados o que se vuelve más discreta cuando está nublado, haciendo vibrar su obra en función del clima.

Quelques visiteurs dans la seconde salle des Nymphéas, 1930
© Albert Harlingue / Albert Harlingue / Roger-Viollet

El conjunto es una de las mayores realizaciones monumentales de la pintura de la primera mitad del siglo XX, y cuenta con una superficie de aproximadamente 200 m2. Las dimensiones y la superficie cubierta por la pintura rodean y envuelven al espectador a lo largo de más de cien metros lineales, en los cuales se despliega un paisaje acuático, habitado por nenúfares, ramas de sauce y reflejos de árboles y nubes, que dan la "ilusión de ser un todo sin fin, una onda sin horizonte y sin orilla" según las palabras del Monet.

Las pinturas y su disposición reflejan la orientación del edificio, respetando las tonalidades de las escenas del amanecer al este y del crepúsculo al oeste, materializando así la representación de una continuidad del tiempo y el espacio. Asimismo, sintomáticamente, la forma elíptica de las salas describe el signo matemático del infinito. A lo largo de su historia, los Nymphéas [Nenúfares] de la Orangerie fueron testigos de diversos eventos. El techo de la segunda sala, al igual que una de las composiciones, fue impactado por los bombardeos de 1944, pero afortunadamente los demás paneles quedaron intactos.

La renovación llevada a cabo en 2006 también permitió restaurar a su estado original las salas de los Nymphéas [Nenúfares] que se había alterado durante las obras realizadas en la década de 1960, obstruyendo el paso de la luz natural deseada por Monet.

La posteridad de los Nenúfares

Ofrecidos por Claude Monet a Francia luego del armisticio del 11 de noviembre de 1918, los Nymphéas [Nenúfares] son instalados de acuerdo a sus planes en el museo de la Orangerie en 1927, pocos meses después de su muerte. Sin embargo, en ese entonces, el conjunto no fue apreciado por el público. En 1927, en efecto, el impresionismo parecía desacreditado por la renovación del arte impulsado por las vanguardias que marcaron el inicio del siglo XX: fovismo, cubismo, futurismo, dadaísmo, surrealismo...

Durante varias décadas, el público evita las salas de los Nymphéas [Nenúfares]. En ocasiones, el propio museo coloca paneles sobre las obras de Monet para realizar exposiciones temporales.
Solo después de la Segunda Guerra Mundial, y gracias al surgimiento de un nuevo centro de arte moderno en Nueva York, se comenzó a prestar atención nuevamente a la obra del último Monet.

En la década de 1950, los signos de renovado interés se multiplican; André Masson publica un artículo en 1952, denominando a las salas de la Orangerie como "la Capilla Sixtina del impresionismo"; los coleccionistas privados comienzan a comprar lienzos del ciclo de los Nymphéas [Nenúfares] que habían permanecido en el taller del pintor, y el MOMA de Nueva York también adquiere y exhibe uno de estos grandes lienzos en 1955. Es entonces que se comienzan a destacar las similitudes formales de este conjunto del viejo maestro con el arte abstracto de la Escuela de Nueva York, que caracteriza la producción artística desde finales de la década de 1940 en Estados Unidos (Pollock, Rohtko, Newman, Still, etc.), así como con la abstracción lírica europea. En efecto, los Nymphéas [Nenúfares] de Monet son considerados en Occidente como la génesis de una pintura descentrada, en la cual ninguna de sus partes ejerce primacía sobre la otra, creando una pintura All-Over. El crítico de arte estadounidense Clément Greenberg señala esta conexión, convirtiendo la obra-testamento de Monet en la precursora de una nueva pintura.

La fascinación que ejercen los Nymphéas [Nenúfares]sobre el público y sobre los artistas se ha mantenido a lo largo de generaciones. Podemos citar, entre otros artistas, a Joan Mitchell, Riopelle y Sam Francis Pero más allá del All-Over, Monet también inventó algo que hoy nos parece familiar, pero que para la época era revolucionario: la noción del medio ambiente, que influencia todas las corrientes del arte hasta nuestros días, desde el minimalismo hasta las generaciones más contemporáneas. Diversas obras de artistas, que crean un espacio dedicado a la contemplación del arte, también pueden vincularse con los Nymphéas [Nenúfares]de la Orangerie. Como ejemplos, se puede destacar la Capilla Rothko en Houston, el Via Crucis de Barnett Newman en la Galería Nacional de Arte de Washington, o la Batalla de Lepanto de Twombly, en el Museo Brandhorst de Munich